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Los planes de infraestructura de los países en desarrollo no se vinculan con las reformas económicas integradas necesarias para la prosperidad – informe de las Naciones Unidas


Comunicado de prensa
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UNCTAD/PRESS/PR/2018/028
Los planes de infraestructura de los países en desarrollo no se vinculan con las reformas económicas integradas necesarias para la prosperidad – informe de las Naciones Unidas

Geneva, Suiza, 26 septiembre 2018
La inversión en infraestructura no necesariamente ayuda a los países en desarrollo a transformar sus economías y lograr una prosperidad sostenible, se afirma en el Informe sobre el Comercio y el Desarrollo. El poder, las plataformas y la quimera del libre comercio de este año, publicado por la UNCTAD.

Si bien los proyectos de infraestructura en los países en desarrollo están volviendo a tener actualidad, como se ve con el incremento de la inversión de las instituciones financieras multilaterales, como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, y con el lugar central que dichos proyectos ocupan en iniciativas como la de la Franja y la Ruta de China, el informe subraya que esos esfuerzos podrían no ayudar a los países a promover la industrialización y la transformación estructural que tanto necesitan.

El informe realizado por la UNCTAD examina más de 40 planes nacionales de desarrollo de países menos adelantados y países en desarrollo, señalando que se hace demasiado hincapié en la infraestructura como oportunidad empresarial y demasiado poco en su vinculación con la transformación estructural.

“La infraestructura no es solo ladrillos y cemento, sino un puente hacia el futuro”, dijo Mukhisa Kituyi, Secretario General de la UNCTAD.

A pesar de que el gasto en infraestructura evoca la imagen tradicional de bienes públicos, como carreteras, puertos y escuelas, el debate sobre políticas más bien tiende a denigrar al sector público y encomia el papel del capital privado y de las técnicas de financiación, muchas veces poco transparentes. El informe señala que esto es muy distinto de la narrativa en la que la infraestructura constituía un elemento central para el éxito de la industrialización, desde el siglo XVIII en Gran Bretaña hasta el siglo XXI en China.

No solo se ha dejado de lado el vínculo crucial entre la infraestructura y la industrialización en un discurso sobre la rentabilidad de los proyectos, sino que además la reclasificación de la infraestructura como activo financiero de inversores institucionales internacionales la ha convertido en un mecanismo de búsqueda de rentas.

En el informe se señala, irónicamente, que el énfasis en la rentabilidad no ayudará a eliminar los déficits de financiación para las inversiones en infraestructura económica cuyas necesidades de financiación a nivel mundial, según estimaciones recientes, oscilan entre 4,6 billones y 7,9 billones de dólares de los Estados Unidos. De allí que se requerirá de un aumento del gasto público.

Aún más, el enfoque de la rentabilidad ignora la cuestión fundamental de que la infraestructura puede convertirse en un impulsor de una transformación estructural que aumente la productividad y logre los cambios económicos y sociales tan necesarios en la mayoría de los países en desarrollo.

De hecho, para lograr un efecto transformador, la mayoría de los países en desarrollo deben duplicar los niveles actuales de inversión en proyectos de infraestructura, de menos del 3% del producto interno bruto (PIB) a alrededor del 6%, como lo indica el informe.

En América Latina y el Caribe, las necesidades de inversión en infraestructura se han estimado en un 6,2% del PIB de la región, comparado con el porcentaje observado del 3,2% en 2015. En África, se calcula que las necesidades para 2016-2040 alcanzan el 5,9% del PIB de la región, en comparación con la cifra actual del 4,3%. Mientras tanto, en Asia, las necesidades de inversión actuales y proyectadas para 2016-2030 se calculan en alrededor del 5% del PIB.

En el informe se promueve un enfoque que parta desde la base y coloque a la infraestructura en el centro de las estrategias de desarrollo. Esto requiere tanto ambición política como disponibilidad a la experimentación en el diseño y a la disciplina en la planificación. Sin embargo, se anota que para obtener los resultados derivados de iniciativas ambiciosas con riesgos calculados y perspectivas futuras no basta con proyectos encaminados a generar ingresos a lo largo de su ciclo de vida que únicamente persiguen el rendimiento de las inversiones.

Reconociendo que la planificación del desarrollo es una tarea arriesgada, el informe se basa en el marco de crecimiento desequilibrado del economista del desarrollo Albert O. Hirschman, mostrando cómo la secuenciación y la experimentación para lograr un equilibrio adecuado entre la infraestructura pública y la inversión privada pueden contribuir a romper los círculos viciosos del subdesarrollo que suelen afectar a los países menos adelantados y los países en desarrollo.

El análisis de más de 40 planes nacionales de desarrollo muestra que la infraestructura aparece en el 90% de estos, pero que dichos planes no proveen un marco claro que la vincule al desafío fundamental de la transformación estructural y el desarrollo.

Si bien los planes son correctos en lo que se refiere a la visión y la armonización con las estrategias nacionales más amplias, una lectura más detallada sugiere que no están plenamente desarrollados ni orientados hacia objetivos estratégicos de más largo plazo, y que los posibles obstáculos para el desarrollo no están bien articulados.

Los planes analizados tampoco especifican los canales mediante los cuales el desarrollo de la infraestructura puede brindar apoyo a una estrategia de desarrollo más amplia, en particular al contribuir a la industrialización o la diversificación, ni determinan sistemáticamente las herramientas necesarias para establecer los vínculos que permitirían encauzar las inversiones en infraestructura hacia un crecimiento económico impulsado por la transformación estructural.

Esta desconexión, se señala en el informe, es el resultado, por un lado, de una ideología sesgada hacia la expansión del sector privado en la planificación de la infraestructura y, por otro, de la renuencia de los gobiernos de los países en desarrollo a examinar la cuestión de la infraestructura en una manera más amplia e integrada.

En el informe se señala que los encargados de la formulación de políticas deberían hacer hincapié en la planificación para permitir una transformación estructural más incisiva y que los vínculos entre la infraestructura y la transformación se forjan mejor si los proyectos de infraestructura se conciben claramente y forman parte de una estrategia de desarrollo más amplia que reconozca y fomente activamente los canales de retroalimentación entre la infraestructura, la productividad y el crecimiento. El papel de la planificación en la facilitación activa de este proceso y la inversión en las competencias y las capacidades institucionales también pueden ayudar a asegurar que la infraestructura no solo construya puentes sino también que esos puentes sirvan para acercarse a las aspiraciones de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.