En la COP29 de Bakú, las Partes del Acuerdo de París adoptaron una Nueva Meta Colectiva y Cuantificada (NCQG) sobre financiación climática para los países en desarrollo, estableciendo un piso mínimo de 300.000 millones de dólares anuales para 2035, con los países desarrollados a la cabeza, y una meta aspiracional de 1,3 billones de dólares al año de todas las fuentes.
El texto de la decisión dedicó un párrafo a la importancia de reformar la arquitectura financiera multilateral y eliminar las barreras estructurales y los “desincentivadores” que enfrentan los países en desarrollo para financiar la acción climática, “incluidos los altos costos de capital, el limitado espacio fiscal, los niveles insostenibles de deuda, los elevados costos de transacción y las condicionalidades para acceder a la financiación climática”.
Ante la insuficiente provisión y movilización de financiación climática para los países en desarrollo, este informe identifica varias prioridades para una reforma sistémica que puede ayudar a aumentar los flujos de financiación climática y crear una arquitectura financiera internacional (AFI) más propicia para el desarrollo resiliente al clima.
Responde a la Decisión 1/CMA.6 sobre una NCQG adoptada en la 29ª Conferencia de las Partes (COP29) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) celebrada en Bakú, Azerbaiyán, en noviembre de 2024, que insta a “todas las partes interesadas a trabajar juntas para lograr aumentar la financiación para los países en desarrollo que son Partes, destinada a la acción climática, desde todas las fuentes públicas y privadas hasta al menos 1,3 billones de dólares al año para 2035”.
Mensajes clave
- La entrega de financiación climática no está cumpliendo su potencial. Pese a alcanzar la meta de 100.000 millones de dólares en 2022, la financiación climática movilizada por los países desarrollados para apoyar a los países en desarrollo se entrega principalmente en forma de deuda mediante una arquitectura fragmentada, lo que dificulta el acceso de los países más vulnerables y no financia adecuadamente la adaptación ni la pérdida y los daños.
- Una AFI reformada es fundamental para alcanzar los objetivos de financiación climática. Las deficiencias del apoyo financiero para el clima a los países en desarrollo están determinadas por las limitaciones más amplias de la AFI. Las estructuras de gobernanza y los marcos de políticas obsoletos deben reformarse para permitir que los países en desarrollo logren transiciones justas lideradas por la inversión, respaldadas por una sólida red de seguridad financiera ante choques externos y climáticos.
- Las propuestas existentes ofrecen bases para una agenda de reforma más integral. El impulso para la reforma de la AFI ha aumentado en los últimos años junto con numerosas propuestas; sin embargo, pocas abordan de forma integral las limitaciones estructurales de la AFI. Los esfuerzos para mejorar la cantidad y calidad de la financiación climática pueden aprender de estos avances y construir consenso en torno a una agenda de reforma más sistémica capaz de transformar verdaderamente los resultados en materia de clima y desarrollo.
- La Hoja de Ruta de Bakú a Belém puede ser un catalizador de este cambio sistémico. Sin la reforma de la AFI, las estrategias para alcanzar la meta de 1,3 billones de dólares en financiación climática corren el riesgo de repetir fracasos anteriores. La Hoja de Ruta de Bakú a Belém puede señalar reformas concretas que aceleren la entrega equitativa de financiación y permitan a cada país alcanzar sus objetivos climáticos y de desarrollo.
Un marco para la reforma
- Mejorar el acceso a herramientas de liquidez y estabilidad, reduciendo la vulnerabilidad a los ciclos de auge y caída y a los choques climáticos, y estableciendo una red de seguridad financiera mundial más justa que ofrezca apoyo oportuno e incondicional a todos los países que lo necesiten.
- Aumentar la financiación climática adecuada y previsible para apoyar la transformación estructural resiliente al clima en los países en desarrollo, lo que incluye abordar la deuda soberana insostenible y mejorar la movilización de recursos internos.
- Reequilibrar la gobernanza económica global con un sistema más representativo y responsable que refleje los intereses y necesidades de todos los países frente a los desafíos climáticos y de desarrollo.
