La financiación mundial de la lucha contra el cambio climático necesita un gran salto cuantitativo y cualitativo para responder a las necesidades de las economías en desarrollo y lograr una transición justa hacia la sostenibilidad y la resiliencia.
![Solar panel construction with wind turbines in the background.](/sites/default/files/2024-11/20241104_climatefinancepic_1200x675.jpg)
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El mundo está a punto de alcanzar un nuevo acuerdo destinado a aumentar masivamente la financiación de los esfuerzos de los países en desarrollo para hacer frente al cambio climático.
Se espera que las deliberaciones sobre un nuevo objetivo cuantificado colectivo (NCQG) para la financiación de la lucha contra el cambio climático concluyan en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP29, prevista para mediados de noviembre en Bakú (Azerbaiyán).
El nuevo objetivo pretende aumentar las provisiones para la financiación de la lucha contra el cambio climático de los países desarrollados a los países en desarrollo muy por encima del objetivo actual de 100.000 millones de dólares anuales.
Pero se necesita algo más que cifras para abordar las necesidades y prioridades cambiantes de los países en desarrollo, advierte ONU Comercio y Desarrollo (UNCTAD) en un nuevo informe publicado justo antes de la cumbre sobre el clima.
Igualmente, crucial es mejorar la calidad de la financiación, haciéndola más transparente y accesible, al tiempo que se respeta el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas y las capacidades respectivas.
“En última instancia, el objetivo del NCQG debe ser transformar el panorama de la financiación climática y anunciar una nueva era de confianza mutua, cooperación y acción climática”, insta el informe.
Pero primero, ¿cuánto necesitan los países en desarrollo para actuar contra el cambio climático?
La cuantificación del objetivo requiere, en primer lugar, una estimación basada en pruebas del alcance de la inversión necesaria para lograr los tres componentes principales de la acción climática - mitigación, adaptación y gestión de pérdidas y daños - en todo el mundo en desarrollo.
Según proyecciones basadas en el Modelo de Política Global de la ONU, los países en desarrollo necesitarían alrededor de 1,1 billones de dólares en financiación para el clima a partir de 2025 y unos 1,8 billones para 2030.
En el mejor de los casos -con reformas de la gobernanza económica mundial y esfuerzos de coordinación multilateral- los países desarrollados financiarían al menos tres cuartas partes de las inversiones climáticas que necesitan sus homólogos en desarrollo.
En consecuencia, el nuevo objetivo de contribución a la financiación de la lucha contra el cambio climático para las economías desarrolladas sería de 0,89 billones de dólares a partir de 2025 y de 1,46 billones antes de 2030.
Esto correspondería a alrededor del 1,4% del PIB de los países desarrollados a partir de 2025 y supondría un aumento drástico respecto al compromiso anual actual de 100.000 millones de dólares.
A pesar del importante aumento de la ambición, el objetivo propuesto para la financiación de la lucha contra el cambio climático podría seguir siendo factible, si se compara con otros gastos significativos realizados por las economías avanzadas histórica y recientemente.
¿Y qué hay de la calidad?
En resumen, una financiación climática de alta calidad debería fomentar un crecimiento resiliente al clima en consonancia con los objetivos mundiales esbozados en el Acuerdo de París y la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible. Pero hay razones para creer que la actual financiación climática no está alcanzando su potencial.
Para eso, ONU Comercio y Desarrollo recomienda una serie de principios clave que pueden ayudar a orientar los debates y aportar elementos concretos al acuerdo final que se alcance en la COP29.
El informe afirma que el nuevo objetivo de financiación de la lucha contra el cambio climático debe estar firmemente anclado en la satisfacción de las necesidades cuantitativas y cualitativas de los países en desarrollo.
Los objetivos de las contribuciones deberían basarse en un enfoque de reparto justo de esfuerzos entre los países desarrollados, como el uso de un objetivo de porcentaje del PIB, como en el caso de la ayuda oficial al desarrollo, que permite la comprensión colectiva del reparto de responsabilidades y, por tanto, fomenta la rendición de cuentas y la previsibilidad.
En lugar de agravar la carga de la deuda, el nuevo régimen de financiación debería contribuir a ampliar el espacio fiscal de los países en desarrollo para aplicar los planes nacionales de acción por el clima. Esto significa una mayor proporción de subvenciones y financiación en condiciones muy favorables, invirtiendo la tendencia actual en la que la mayor parte de la financiación climática se entrega como préstamos y sólo una pequeña proporción como subvenciones.
“Si los países en desarrollo se endeudan cada vez más, se ven lastrados por largos procesos de solicitud o carecen de vías de financiación adecuadas para cumplir las prioridades climáticas, el NCQG habrá hecho poco por resolver las deficiencias del compromiso de 100.000 millones de dólares”, señala el informe.
Además, el informe de ONU Comercio y Desarrollo subraya que para mejorar el impacto de la financiación de la lucha contra el cambio climático es necesario reformar la gobernanza económica mundial, incluida la arquitectura financiera internacional.
Los esfuerzos en esta dirección serán vitales para desbloquear fuentes adicionales de financiación, abordar las desigualdades sistémicas a las que se enfrentan los países en desarrollo y maximizar la eficacia y los beneficios para el desarrollo de los futuros flujos de financiación climática.