Workshop on regional integration and industrial policy for transformational change and resilience in Latin America
This statement was delivered in Spanish and has not been translated.
Quiero comenzar agradeciendo a México, y muy especialmente al Secretario Ebrard, por recibirnos en esta ciudad que ha sido testigo de tantas transformaciones históricas. Agradecer también, al Vicepresidente Alckmin, con quien estuvimos el año pasado en Brasilia, en el marco de un G20 muy exitoso que fue el germen de esta iniciativa. Y por supuesto, a mi querido amigo José Manuel Salazar-Xirinachs, cuyo liderazgo en CEPAL ha hecho posible que nuestras instituciones se encuentren mucho, y que se encuentren siempre trabajando. Gracias a todos, y todas, por venir.
Estamos aquí para lanzar el proyecto "Integración Regional y Política Industrial para el Cambio Transformacional y la Resiliencia en América Latina".
Los objetivos son claros: profundizar las políticas industriales verdes en nuestros países, construir una agenda regional compartida, y establecer mecanismos de gobernanza que sostengan esta transformación en el tiempo. Pero permítanme ahora reflexionar sobre algo más profundo que subyace a esta iniciativa.
En el siglo XXI, comerciar ha dejado de ser simplemente intercambiar bienes. El comercio se ha convertido en la gramática de la prosperidad global, en el lenguaje mediante el cual las naciones escriben su lugar en el mundo.
Somos testigos de cambios profundos. Hoy, por primera vez en tres siglos, el comercio Sur-Sur iguala al comercio Norte-Norte. El 70% del crecimiento en los próximos cinco años vendrá del sur. Los centros de gravedad económica se han desplazado, y con ellos, las fronteras de la oportunidad económica y el desarrolla sostenible.
Esta reconfiguración está siendo liderada por las regiones.
El regionalismo abierto, del que tanto hablaba la CEPAL, se ha convertido en la gran estrategia comercial del siglo XXI: integración hacia adentro para competir hacia afuera.
ASEAN articula el dinamismo asiático con cadenas de valor que han sido un trampolín económico. La Unión Africana accede al G20 como bloque, respaldada por su nueva Área de Libre Comercio. Europa profundiza su integración aún en tiempos de crisis, entendiendo que hoy por hoy fragmentarse es marginarse. Sin ir muy lejos, aquí en América del Norte, el USMCA ha hecho de México un eslabón productivo fundamental en las cadenas globales de valor.
El problema es que América Latina, como región y en su totalidad, no ha aprendido todavía a conjugar esta nueva gramática comercial. Seguimos siendo aquél "continente archipiélago": países próximos geográficamente pero distantes económicamente, conectados con el mundo pero desconectados entre sí.
Solo el 16% de nuestro comercio es intrarregional. Esto significa que estamos perdiendo la oportunidad de crear efectos de aprendizaje por interacción. Porque lo poco que comerciamos entre nosotros tiende a tener mayor valor agregado, mayor complejidad tecnológica, mayor diversidad productiva.
El caso de México es emblemático: gracias a su integración comercial, es el país de la región que más exporta manufactura, que más importa para agregar valor y re-exportar, y que mayor nivel de complejidad económica tiene según el Observatorio de Complejidad Económica de Harvard en América Latina, superando incluso a economías como Italia y Holanda.
Por tanto, no es accidente geográfico ni cortesía diplomática que estemos aquí. Con “Rumbo a una Política Industrial” y su Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030, México demuestra que la integración comercial puede ser palanca de transformación productiva: desde el Corredor Interoceánico del Istmo que reimagina la logística continental, hasta la meta de 50% de vehículos eléctricos para 2030. Son experiencias concretas de cómo el comercio puede impulsar la industria del futuro,
Y es precisamente este tipo de experiencias las que debemos multiplicar a lo largo y ancho de nuestra region. América Latina lleva décadas debatiendo cómo integrarse, diseñando el modelo perfecto que nunca llega. Pero no necesitamos el modelo perfecto. Necesitamos comercio intrarregional, y lo necesitamos ya. Este comercio puede ser más libre o menos libre, puede tener más excepciones o menos excepciones, puede seguir distintos modelos – pero tiene que existir, y tiene que crecer.
Este proyecto busca plantear un nuevo modelo basado en dos pilares: la industria verde, y la resiliencia. Y esto por dos razones.
La primera, es que las tensiones comerciales globales han introducido una variable adicional: el factor de lo predecible. El comercio ya no fluye únicamente hacia donde es más eficiente, sino hacia donde es más estable. Las empresas hoy buscan diversificar riesgos geopolíticos como ayer diversificaban riesgos financieros. Y esto representa otra imperativa para la integración regional, porque la estabilidad se construye desde la proximidad.
La otra razón es que la transición energética y digital nos da una oportunidad. Tenemos más de la mitad del litio mundial, más de un tercio del cobre, más de la mitad de la plata. En nuestra matriz energética, el 33% ya proviene de fuentes renovables, casi tres veces la media mundial. Tenemos una juventud educada, preocupada y movilizada por el cambio climático. No es difícil imaginarse un ecosistema donde el litio boliviano se procesa con tecnología chilena, se incorpora en baterías brasileñas, se integra en carros eléctricos mexicanos. Muchos de los eslabones de la cadena ya existen; falta solo articularlos.
Además, cada kilovatio limpio que generamos se convierte en ventaja comparativa en un mundo que penaliza cada vez más las emisiones de carbono. Lo verde vale; vale a los ojos del consumidor, y cada vez más a los ojos del regulador también. Pero aprovechar esto, debemos poner nuestras credenciales en alto. Hay que abordar la sostenibilidad con perspectiva de desarrollo. Hay que “tropicalizar” los estándares de sostenibilidad, de inversión, de energía. Si no lo hacemos nosotros, otros lo harán en nombre nuestro, con estándares que no nos juzgarán favorablemente, porque no nacen de nuestra experiencia, nuestra especificidad, nuestra circunstancia.
Queridas amigas, queridos amigos:
El tiempo geológico y el tiempo político raramente convergen. Pero vivimos uno de esos momentos excepcionales donde la urgencia climática, la reconfiguración geopolítica, y la disponibilidad de nuestros recursos naturales crean una confluencia que debemos aprovechar. Vivimos tiempos de grandes cambios. La pregunta es si el cambio nos definirá a nosotros, o si nosotros definiremos el cambio.
Este taller marca el inicio de una conversación que debe evolucionar hacia una nueva forma de pensar la integración latinoamericana. Una integración que reconoce la diversidad que nos caracteriza, una integración que no busca modelos perfectos, ni consensos perfectos. Porque la integración no es un destino al que se llega – es un proceso que se construye, decisión por decisión, proyecto por proyecto. Este es un comienzo, sigamos.
Muchas gracias.